El nombre de Saul Bass ha quedado grabado para siempre en el mundo del cine, pues gracias a él, los diseños de créditos desarrollaron una fuerza y personalidad única que elevaron ese fragmento fílmico, antes compuesto por simples palabras, a un nivel artístico.
Previo a que éste caballero irrumpiera en el universo cinematográfico, las películas iniciaban con aburridísimos desfiles de créditos fijos o en el mejor de los casos, monótonos montajes carentes de cualquier espíritu creativo. En aquellas épocas la cinta comenzaba sólo hasta que terminaban los créditos; eran días en los que el tiempo de los nombres en pantalla era tiempo perdido, tiempo destinado al olvido, tiempo para quitarse el suéter, tiempo para comer palomitas.
Su primer trabajo en la industria, fue diseñando el cartel de la cinta Carmen Jones de Otto Preminger. De inmediato y sorprendido por el resultado, el propio Preminger solicitó a Bass que realizara los créditos iniciales de esa cinta. El año, 1954. Meses más tarde, inmortalizaría el diseño de créditos de la película que lo elevaría a la fama mundial. Fueron unos breves segundos que sin embargo transmiten una angustia que hasta el día de hoy se reproduce intacta: un brazo cortado recorre la pantalla negra en medio de una serie de trazos blancos. La película: El hombre del brazo de oro.
A partir de este momento, Bass reviste al diseño de créditos de una personalidad única que ya jamás abandonaría. Desde entonces diseña créditos para películas que muchas veces han sido más recordadas, e incluso más reconocidas, por sus créditos que por las películas mismas.
En su primera colaboración con Alfred Hitchcock, para la cinta Vértigo, Bass propone un inicio estremecedor para la época. Primero, una serie de contundentes big close ups, del rostro de una mujer que finalizan en su ojo, para de ahí partir a un viaje al interior de la mirada en espirales coloridas alucinantes. Gracias a la fuerza de sus imágenes, colaboraría en otras dos de las fundamentales cintas de Hitchcock: Intriga Internacional y Psicosis, donde se rumora que fungió además de creador de los créditos, como diseñador del story board de la célebre escena de la regadera. Algo que Hitchcock jamás reconoció.
Bass siempre consideró los créditos como un prólogo de la cinta. Interesado en crear un clima para la historia, hizo de trazos ordinarios momentos extraordinarios, pues como él aseguraba, la audiencia debe involucrarse con la película desde el primer cuadro.
Colaborador inseparable de Otto Preminger, creó para éste la también célebre secuencia de créditos de Anatomía de un crimen. John Frankenheimer, Billy Wilder, Robert Aldrich y Stanley Kubrick, fueron algunos de los directores que admiraron su trabajo y que tuvieron la fortuna de ver ilustradas sus cintas con créditos que él diseñaría.
En la década de los ochenta, cineastas -entonces jóvenes- lo buscaron para trabajar con él. Encabezados por Martin Scorsese, para quien diseñó los créditos de Buenos Muchachos, Cabo de Miedo, La Edad de la Inocencia y Casino. Pasó por cintas de John Singleton, Danny de Vito y hasta de Billy Crystal, de modo que fueron muchos lo que salpicaron dichas películas con algo de su genio.
Buscador incansable de nuevos caminos, sus diseños nunca se limitaron a las fórmulas que lo hicieran famoso, pues a pesar de haber inmortalizando un estilo personal que fue muchas veces homenajeado -y muchas más, vilmente copiado- trazó siempre nuevas vertientes para plasmar un talento desbordante y particular.
Director además de cortometrajes y comerciales, en 1973 pudo al fin dirigir su primera película: Phase IV, para la que desde luego diseñó los créditos. Pero fue el fracaso de esta cinta la que lo devolvió a su despacho desde el cual confeccionó tranquilamente, además de secuencias de créditos de películas, algunos de los diseños clásicos del siglo XX como lo son: los emblemas de AT&T, United Airlines, Minolta, Warner comunications y el póster para los juegos olímpicos de Los Ángeles 84.
De esta forma, el hombre que inició dibujando el cartel para una película, terminó diseñando muchos de los mejores momentos en la historia del cine. Admirado indirectamente por muchos que jamás supieron su nombre, Saul Bass fallece en 1996. Un día más tarde, el New York Times lo alabaría como “un autor minimalista que en 1955 puso un brazo cortado en movimiento, creando con esto un género cinematográfico que de inmediato elevó a nivel supremo de arte”.